EL PROPÓSITO Y LA EXTENSIÓN DE LA EXPIACIÓN

EL PROPÓSITO DE LA EXPIACIÓN
La expiación estuvo destinada a modificar la relación de Dios con el pecador, el estado y la condición de Cristo como el autor medianero de la salvación, y el estado y la condición del pecador.
1. Sus Efectos Con Referencia A Dios. Debe acentuarse primero que todo, que la expiación no efectuó cambio en el Ser íntimo de Dios, el cual es inmutable.
El único cambio que trajo fue el que tuvo que ver en la relación de Dios con los objetivos de su amor expiatorio. Dios fue reconciliado con aquellos que eran objeto de su ira judicial. Esto significa que su ira se regresó mediante el encubrimiento sacrificatorio del pecado de ellos. La expiación no debe representarse como la causa que mueve el amor de Dios, porque ella misma ya es una expresión de su amor. Frecuentemente se le representa como si de acuerdo con la teoría de la santificación Dios no pudiera amar al pecador sino hasta que sus justas demandas hubieran sido satisfechas.
Pero entonces se pasa por alto el hecho de que Cristo ya es el don del amor de Dios, Juan 3: 16. Al mismo tiempo es perfectamente cierto que la expiación quitó los obstáculos para la manifestación del amor redentor de Dios en el acto de perdonar a los pecadores y en su santificación, satisfaciendo la justicia de Dios y las demandas de la ley en sus dos aspectos, el representativo y el penal.
2. Sus Efectos Con Respecto A Cristo. La expiación aseguró una multiforme recompensa para Cristo como Mediador. Fue constituido el Espíritu que da vida, la inextinguible fuente de todas las bendiciones de la salvación para los pecadores. Recibió:
A. Todo lo que pertenece a su glorificación, incluyendo su presente gloria mesiánica. Así se explica que haya orado, en su oración sacerdotal, cuando su pensamiento anticipado veía ya su trabajo como concluido. "Ahora pues, Padre, glorifícame Tú para contigo, con aquella gloria que tuve contigo antes de que el mundo fuese", Juan 17: 5.
B. La plenitud de estos dones y gracias que El imparte a su pueblo. Por eso leemos en el Salmo 68: 18: "Subiste a lo alto, cautivaste la cautividad, tomaste dones para los hombres, y también para los rebeldes, para que habite entre ellos Dios". Pablo aplica esto a Cristo en Ef. 4: 8.
C. El don del Espíritu Santo para la formación de su cuerpo místico y la aplicación subjetiva de los frutos de su obra expiatoria. Esto resulta evidente de las palabras de Pedro en el día de pentecostés: "Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís", Hech. 2: 33.
D. Los límites de la tierra por su posesión y el mundo por su dominio. Esta fue una de las promesas que le fueron hechas: "Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra", Sal 2: 8. Heb. 2: 6-9 da completa evidencia de que esta promesa ya fue cumplida.
3. Sus Efectos En Lo Que Al Pecador Concierne.
A. La expiación no solamente hizo posible la salvación para el pecador, sino que también se la aseguró. En este punto los calvinistas no opinan lo mismo que los católicos romanos, los luteranos, los arminianos y todos aquellos que enseñan una expiación universal. Estos sostienen que la expiación de Cristo únicamente hizo posible la salvación, pero no segura para aquellos por quienes fue ofrecida. En cambio, los calvinistas enseñan que la expiación aseguró meritoriamente la aplicación de la obra de redención para aquellos a quienes fue preparada y de esta manera convirtió su salvación en completamente cierta.
B. Para quienes fue hecha les aseguró:
I. Una posesión judicial adecuada por medio de la justificación. Esto incluye el perdón de los pecados, la adopción de hijos y el derecho a una herencia eterna.
II. La unión mística de los creyentes con Cristo por medio de la regeneración y de la santificación. Esto incluye la modificación gradual del viejo hombre y la gradual posesión del hombre nuevo creado en Cristo Jesús.
III. Su bendición final en la comunión con Dios por medio de Jesucristo, en la glorificación, subjetiva y en el goce de la vida eterna en una nueva y perfecta creación. Todo esto obvia claramente la objeción que con tanta frecuencia se presenta en contra de la doctrina penal substitucionaria de la expiación, es decir, que no tiene consecuencias éticas y que no ofrece base alguna para la vida ética del redimido.
Hasta puede decirse que es la única doctrina de la expiación que ofrece una base segura para una vida ética, una vida enraizada en el corazón por medio de la operación del Espíritu Santo. La justificación conduce derecho a la santificación.
LA EXTENSIÓN DE LA EXPIACIÓN
1. El Punto Exacto A Discusión. La pregunta con que tenemos que enfrentarnos en este punto no es.
A. Si la satisfacción rendida por Cristo fue en sí misma suficiente para la salvación de todos los hombres, puesto que esto se admite por todos;
B. Si los beneficios salvadores se aplican actualmente a cada hombre, porque la gran mayoría de aquellos que enseñan una expiación universal no creen que todos serán efectivamente salvos.
C. Si la bona fide oferta de salvación se hace a todos los que escuchan el evangelio, sobre la condición del arrepentimiento y la fe, puesto que las iglesias Reformadas no tienen duda alguna sobre este punto; ni
D. Si alguno de los frutos de la muerte de Cristo resultan para el beneficio de los no elegidos en virtud de su estrecha asociación con el pueblo de Dios, puesto que esto está explícitamente enseñado por muchos eruditos Reformados. Por otra parte la pregunta se refiere al designio de la expiación.
Al enviar el Padre a Cristo, y al venir Cristo al mundo para hacer expiación por el pecado, y al hacerla; ¿tuvo el designio o el propósito de salvar de entre todos los hombres únicamente a los elegidos? esta es la pregunta, y únicamente ésta.
2. Definición De La Posición Reformada. La posición Reformada CS que Cristo murió con el propósito de salvar efectivamente y con toda seguridad a los elegidos, y nada más a los elegidos. Esto equivale a decir que murió con el propósito de salvar sólo a aquellos a quienes aplica con positivo efecto los beneficios de su obra redentora. Se han hecho diversos intentos en círculos que pretenden ser Reformados para modificar esta posición.
Los arminianos holandeses sostienen que Cristo murió con el propósito de hacer posible la salvación para todos los hombres sin excepción, aunque no todos se salvarán. La salvación se les ofrece en términos más fáciles que aquellos en que se le ofreció a Adán, es decir, sobre la condición de la fe y de la obediencia evangélicas, una condición que ellos pueden cumplir en virtud del don de Dios de la gracia común, o gracia suficiente, para todos los hombres. Los universalistas calvinistas procuran mediar entre la posición Reformada y la de los arminianos. Distinguen un doble decreto de Dios
A. Un decreto para enviar a Cristo al mundo a salvar a todos los hombres por medio de su muerte expiatoria, sobre la condición de fe en El. No obstante, debido a que Dios vio que su propósito fallaría, puesto que ninguno podría aceptar a Cristo por medio de la fe, El hizo que al primero siguiera un segundo decreto.
B. Un decreto para dar a cierto número de elegidos la gracia especial, para engendrar la fe en sus corazones y para asegurar su salvación. Esta teoría dudosa y muy insatisfactoria fue sostenida por la Escuela de Saumur (Cameron, Amyraldus y Testardus, y también por eruditos ingleses como Wardlaw, John Brown y James Richards. Algunos teólogos de Nueva Inglaterra, como Emmons, Taylor, Park y Beman tuvieron una teoría un tanto parecida.
Los teólogos Marrow de Escocia fueron perfectamente ortodoxos al mantener que Cristo murió con el propósito de salvar tan sólo a los elegidos, aunque algunos de ellos usaron expresiones que también señalan hacia una referencia más general de la expiación. Dijeron que Cristo no murió por todos los hombres, pero que de todos modos ha muerto, es decir, está disponible para todos.
El amor de Dios que da y que es universal lo condujo a hacer un hecho el regalo y la concesión a todos los hombres; y esto es el fundamento para la oferta universal de salvación. No obstante, su amor que elige, amor especial, tiene como resultado la salvación únicamente de los elegidos. Los más importantes de los teólogos Marrow fueron Hog, Boston, y los dos Erskine.
3. Prueba De La Doctrina De La Expiación Limitada. Pueden darse las pruebas siguientes acerca de la doctrina de la expiación particular:
A. Debe afirmarse, primero que todo, como un principio general, que los designios de Dios son siempre eficaces de toda seguridad y no pueden frustrarse por las acciones del hombre. Esto se aplica también al propósito de salvar a los hombres por medio de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Si hubiera sido su intención salvar a todos los hombres este propósito no habría podido ser frustrado por la incredulidad del hombre. Se admite completamente que sólo un número limitado será salvo. En consecuencia, ellos son los únicos que Dios ha determinado salvar.
b. La Escritura repetidamente califica a aquellos por quienes Cristo puso su vida de un modo tal que indica una perfecta limitación. Aquellos por quienes sufrió y murió se llaman de varios modos: "sus ovejas", Jn. 10: 11, 15; "su iglesia", Hech. 20: 28; Ef. 2: 25-27; "su pueblo", Mat. 1: 21, y "los elegidos", Rom. 8: 32-35.
C. La obra sacrificadora de Cristo y su obra intercesoria, son, en principio, dos aspectos diferentes de su obra expiatoria, y por tanto, la medida de la una no puede ser más amplia que la de la otra. Ahora bien, Cristo muy definidamente limita su obra intercesoria, cuando dice: "no ruego por el mundo sino por los que me diste", Juan 17: 9. ¿Por qué limitaría su oración intercesoria si hubiera pagado el precio de la redención de todos?
D. Debe notarse también que la doctrina de que Cristo murió con el pro-pósito de salvar a todos los hombres, conduce lógicamente a un universalismo absoluto, es decir, a la doctrina de que todos los hombres en verdad se salvarán. Es imposible que aquellos por quienes Cristo pagó el precio, cuya culpa quitó, se pierdan a causa de aquella culpa. Los arminianos no pueden detenerse a la mitad de su meta, sino que deben continuar hasta el fin.
E. Si se dice, como algunos dicen que la expiación fue universal, pero que la aplicación de ella es particular; que Cristo hizo posible para todas las salvaciones, pero que de manera efectiva sólo salva a un número limitado, deberá indicarse que hay una inseparable conexión entre la adquisición y la concesión actual de la salvación.
La Biblia enseña claramente que el designio y efecto de la obra expiatoria de Cristo no es de modo único hacer posible la salvación, sino reconciliar a Dios y el hombre, y poner a los hombres en la posesión verdadera de la salvación eterna, una salvación que muchos fallan en obtener, Mat. 18: 11; Rom. 5: 10; II Cor. 5; Gal 1: 4; 3: 13; Ef. 1: 7.
F. Y si se hiciera la afirmación de que el designio de Dios y de Cristo fue con toda evidencia condicional, contingente con la fe y la obediencia del hombre, se llamaría la atención al hecho de que la Biblia enseña claramente que Cristo por medio de su muerte adquirió la fe, el arrepentimiento y todos los otros efectos de la obra del Espíritu Santo en favor de su pueblo.
Consecuentemente, no hay condiciones cuyo cumplimiento dependa simplemente de la voluntad del hombre. La expiación también asegura el cumplimiento de las condiciones que deben satisfacerse para obtener la salvación, Rom. 2: 4; Gal 13: 13, 14; Ef. 1: 3, 4; 2: 8; Fil 1: 29; II Tim. 3: 5, 6.
4. Objeciones A La Doctrina De La Expiación Limitada. Estas pueden clasificarse de la manera siguiente:
A. Estos son pasajes que enserian que Cristo murió por el mundo, Juan 1: 29; 3: 16; 6: 33, 51; Rom. 11: 12, 15; II Cor. 5: 19; I Juan 2: 2. La objeción basada en estos pasajes se desarrolla sobre la pretensión falsa de que la palabra "mundo" tal como está usada en ellos, significa "todos los individuos que constituyen la raza humana". Si no fuera así, la objeción no tendría razón.
Pero es perfectamente claro que según la Biblia el término "mundo" tiene una variedad de significados, según lo prueba en forma definitiva, una mera lectura de los siguientes pasajes: Luc. 2: 1; Juan 1: 10; Hech. 11: 28; 19: 27; 24: 5; Rom. 1: 8; Col. 1: 6. También se ve que cuando "mundo" se usa para referirse a los hombres, no siempre los incluye a todos, Juan 7:4; 12 : 19; 14: 22 ; 18 : 20; Rom. 11 : 12, 15; en algunos de estos pasajes no puede ser posible que denote a todos los hombres.
Si tuviera ese significado en Juan 6: 33, 51, se deduciría que Cristo verdaderamente da la vida a todos los hombres, es decir que los salva a todos. Esto es mucho más de lo que los oponentes mismos creen. En Rom. 11: 12, 15 la palabra "mundo" no puede ser por completo inclusiva, puesto que el contexto excluye claramente a Israel ; y porque sobre esa suposición estos pasajes también probarían más de lo que se quiere, es decir, que los frutos de la obra expiatoria de Cristo en la actualidad se aplican a todos.
No obstante, encontramos en estos pasajes una indicación del hecho de que la palabra "mundo" algunas veces se usa para indicar que el particularismo del Antiguo Testamento pertenece al pasado, y que abrió camino al Universalismo del Nuevo Testamento. Las bendiciones del evangelio se extendieron a todas las naciones, Mat. 24: 14; Marc. 16: 16; Rom. 1: 5; 10: 18. Esta es, probablemente, la llave para la interpretación de la palabra "mundo" en pasajes como los de Juan 1: 29; 6: 33, 51; II Cor. 5: 19; I Juan 2: 2.
El Dr. Shedd considera que el mundo significa "todas las naciones" en pasajes como Mat. 26 : 13 ; Juan 3 : 16 ; I Cor. 1 : 21 ; II Cor. 5: 19; y I Juan 2: 2; pero sostiene que en otros pasajes denota al mundo de los creyentes, o a la Iglesia, Juan 6 : 33, 51; Rom. 4: 13 ; 11 : 12, 15 ; Kuyper y Van Andel también consideran que esto significa mundo en algunos pasajes.
B. Estrechamente relacionados con los pasajes a que nos hemos referido arriba están aquellos en los que se dice que Cristo murió por todos los hombres, Rom. 5 : 18 ; I Cor. 15 : 22 ; II Cor. 5 : 14 ; I Tim. 2 : 4, 6 ; Tito 2 : 11 ; Heb. 2 : 9; II Ped. 3: 9. Naturalmente cada uno de estos pasajes debe considerarse en el contexto en que se encuentra. Por ejemplo, el contexto señala con claridad que la expresión "todos" o "todos los hombres" de Rom. 5: 18, y I Cor. 15: 22 incluye nada más a aquellos que están en Cristo, contrastándolos con todos los que están en Adán.
Si la palabra "todos" en estos pasajes no se interpretara en un sentido limitado, enseriaría, no sólo que Cristo hizo posible la salvación para todos los hombres, sino que verdaderamente los salva sin excepción. De esta manera los arminianos de nuevo se verían presionados hacia el campo del Universalismo absoluto, y donde, desde luego, no quieren estar. Una limitación parecida debe aplicarse en la interpretación de II Cor. 5: 14; y Heb. 2: 9, compárese el versículo 10.
De otra manera probarían demasiado, y por tanto, nada probarían. En todos estos pasajes la palabra "todos" denota simplemente a los que están en Cristo. En el caso de Tito 2: 11, que habla de la manifestación de la gracia de Dios, "que trae salvación a todos los hombres", el contexto claramente demuestra que, "todos los hombres" denota, en efecto, toda clase de hombres. Si la palabra "todos" no se restringe, ésta enseriaría una salvación universal.
Los pasajes de I Tim. 2: 4-6; Heb. 2: 9; II Ped. 3: 9 se refieren a la voluntad revelada de Dios para que tanto los judíos como los gentiles se salven, pero nada implica respecto a la intención universal de la expiación.
Aun Moisés Stuart, que cree en la expiación universal admite que en estos casos la palabra "todos" no puede tomarse en sentido universal.
C. Una tercera clase de pasajes que parece militar en contra de la idea de una expiación limitada consiste de los que se dice que implican la posibilidad de que aquellos por quienes murió Cristo fallen en obtener salvación, Rom. 14: 15 y el pasaje paralelo en II Cor. 8: 11 pueden mencionarse en primer lugar.
Algunos comentadores son de opinión que estos pasajes no se refieren a la destrucción eterna, pero lo más probable es que lo hagan. El Apóstol simplemente quiere exponer en un relieve muy visible la conducta anti caritativa de algunos de los hermanos más fuertes de la Iglesia. Les gustaba ofender a los hermanos débiles, hacerlos tropezar, dominar sus conciencias, y de esta manera emprendían la senda descendente donde, de continuar en ella, el resultado natural sería la destrucción.
Aunque Cristo pagó con su propia vida el precio para salvar a esas personas, los otros, debido a su conducta, tendían a destruirlas. Que esta destrucción no seguía, efectivamente, se descubre en Rom. 14: 4; "porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme". Tenemos entonces aquí, según lo expresa el Dr. Shedd, "una suposición que favorece el argumento, de algo que no sucede y que no puede suceder", precisamente como en I Cor. 13: 1-3; Gal 1: 8.
Otro pasaje un tanto parecido, se encuentra en II Ped. 2: 1, con el que Heb. 10: 29 también puede clasificarse. La explicación más digna de confianza acerca de estos pasajes es la que da Meato, como interpretación de Piscator y de las anotaciones Holandesas, es decir, "que estos falsos maestros están descritos según su profesión y el juicio de la caridad. Se mostraban públicamente a sí mismos como redimidos y así se contarían, a juicio de la Iglesia, entre tanto que permanecieran en su comunión"
D. Por último, hay una objeción derivada de la bona fide oferta de salvación. Creemos que Dios "sin fingimiento", es decir sinceramente o con toda buena fe, llama a aquellos que viven bajo el evangelio para que lo crean, y les ofrece la salvación en el camino de la fe y del arrepentimiento. Ahora bien, los arminianos sostienen que tal oferta de salvación no puede hacerse por aquellos que creen que Cristo murió únicamente por los elegidos. Esta objeción ya se había presentado en la época del Sínodo de Dort pero no se le concedía validez. Las siguientes observaciones se pueden dar como respuesta:
I. La oferta de salvación en el camino de la fe y del arrepentimiento no pretende ser una revelación del consejo secreto de Dios, más definidamente, de su designio de entregar a Cristo como una expiación por el pecado. Nada más es la promesa de salvación para todos los que aceptan a Cristo por la fe.
II. Esta oferta, hasta donde es universal, está condicionada siempre por la fe y la conversión. Además, es contingente con la fe y el arrepentimiento tales como pueden producirse en el corazón del hombre sólo por la operación del Espíritu Santo.
III. La oferta universal de salvación no consiste en la declaración de que Cristo hizo expiación por cada uno de los que oyen el evangelio, y de que Dios realmente intente salvar a cada uno. Consiste en.
1. Una exposición de la obra expiatoria de Cristo como suficiente por sí sola para la redención de todos los hombres.
2. Una descripción de la naturaleza verdadera del arrepentimiento y de la fe que se requieren para venir a Cristo.
3. Una declaración de que cada uno de los que vengan a Cristo con verdadero arrepentimiento y fe obtienen la bendición de la salvación.
IV. No es el deber del predicador armonizar el consejo secreto de Dios respecto a la redención de los pecadores con su voluntad declarativa tal como se expresa en la oferta universal de la salvación. El predicador es simplemente un embajador oficial, cuyo deber es presentar la voluntad del Señor en la predicación del evangelio a todos los hombres sin discriminación.
V. El Dr. Shedd dice: La oferta universal de los beneficios de la expiación de Cristo brota del complaciente querer de Dios, Ez. 33: 11. Dios puede propiamente llamar a los no elegidos a que hagan lo que a Dios le deleita, simplemente porque se deleita en ello; el deseo divino no se altera por el decreto divino de preterición". También cita el Dr. Shedd una declaración muy parecida de Turretin.
VI. La oferta universal de salvación sirve para manifestar la aversión y la obstinación del hombre en su oposición al evangelio, y para remover todo vestigio de excusa. Si no se hiciera, los pecadores podrían decir que ellos habrían aceptado alegremente el don de Dios, con sólo que se les hubiera ofrecido.
5. La Más Amplia Consecuencia De La Expiación. Se preguntará, si la expiación operada por Cristo para la salvación de los elegidos, y solamente de los elegidos, tiene alguna otra consecuencia más amplia. Esta pregunta se discute frecuentemente en la teología escocesa formulándola así: ¿No murió Cristo también por los no elegidos, en algún otro sentido que no haya sido el de salvarlos?
Esta pregunta fue discutida por varios de los más antiguos teólogos, por ejemplo, Rutherford, Brown y Dickson pero la contestaron en forma negativa. Dice Walker, "sostuvieron ciertamente la suficiencia intrínseca de la muerte de Cristo para salvar al mundo o mundos; pero eso nada tenía que ver con el propósito de Cristo, o con lo que Cristo cumplió.
La frase de que Cristo murió suficientemente por todos no fue aprobada, porque el `por' parecía implicar alguna realidad de verdadera sustitución". Durham negó que cualquiera merced dispensada a los réprobos, y aun disfrutada por ellos pudiera considerarse el fruto adecuado, o adquirido mediante la muerte de Cristo; pero al mismo tiempo mantuvo que ciertas consecuencias de la muerte de Cristo correspondientes a una clase de progreso pueden alcanzar a los malvados, aunque es dudoso que esto pueda considerarse como bendición para ellos.
Esta fue también la posición que tomaron Rutherford y Gillespie. Los teólogos Marrow de Escocia, aunque sostenían que Cristo murió con el propósito de salvar únicamente a los elegidos, dedujeron de la oferta universal de salvación que la obra de Cristo tenía también una consecuencia más amplia, y que, diciéndolo en sus propias palabras, "Dios el Padre movido únicamente por su amor gratuito para la humanidad perdida había convertido en hecho el don y la concesión de su Hijo Jesucristo para todos los hombres".
Según ellos, todos los pecadores son legatarios bajo el testamento de Cristo, no realmente en la esencia, sino en la administración del pacto de gracia, pero el testamento se hace efectivo nada más en el caso de los elegidos. La posición de ellos fue condenada por la Iglesia de Escocia. Varios teólogos Reformados sostuvieron que, aunque Cristo sufrió y murió únicamente con el propósito de salvar a los elegidos, muchos beneficios de la cruz de Cristo verdaderamente y eso de acuerdo con el plan de Dios producen beneficio para los que no aceptan a Cristo por la fe.  Creen que las bendiciones de la gracia común resultan también de la muerte expiatoria de Cristo.
Que la obra expiatoria de Cristo tuvo también importancia para el mundo angelical parece deducirse de Ef. 1: 10; y Col. 1: 20. Las cosas de la tierra y las del cielo han sido reunidas en Cristo como cabeza (anakephalaiósasthai), Ef. 1: 10, y se han reconciliado con Dios por medio de la sangre de la cruz, Col. 1: 20. Kuyper sostiene que el mundo angelical que perdió su jefe cuando Satanás cayó, ha sido reorganizado bajo la jefatura de Cristo. Esto reconciliaría o uniría al mundo angelical y al mundo de la humanidad bajo una sola cabeza.
Naturalmente, Cristo es la Cabeza de los ángeles en el sentido orgánico en que es Cabeza de la Iglesia. Por último, la obra expiatoria de Cristo dará también por resultado un nuevo cielo y una tierra nueva en los que more la justicia ; un lugar adecuado para la humanidad nueva y glorificada, y dentro de la libertad gloriosa en la que también participará la baja creación, Rom. 8 : 19-22.

CAPITULO 40:

LA OBRA INTERCESORA DE CRISTO

La obra sacerdotal de Cristo no está limitada a la ofrenda sacrificadora que hizo de sí mismo en la cruz. La explicación que a veces se da es que en tanto que Cristo fue sacerdote sobre la tierra, es rey en el cielo. Esto crea la impresión de que su obra sacerdotal está terminada, lo cual de ningún modo es correcto. Cristo no es únicamente un sacerdote terrenal, sino también, y en forma singular, un sumo sacerdote celestial.
Aunque está sentado a la diestra de Dios en la majestad en los cielos, es todavía "ministro del santuario, y del verdadero tabernáculo que levantó el Señor y no el hombre", Heb. 8: 2. En la tierra, nada más, comenzó su obra sacerdotal, y la está completando en el cielo. En el sentido estricto de la palabra, Cristo no está reconocido entre los sacerdotes terrenales, los cuales no eran otra cosa que sombras de la realidad venidera, Heb. 8: 4.
El es el verdadero, es decir, el sacerdote real, que sirve al santuario verdadero, del cual el tabernáculo de Israel no era sino una sombra imperfecta. Al mismo tiempo El es ahora el sacerdote sobre el trono, nuestro intercesor con el Padre.

PRUEBA ESCRITURAL DE LA OBRA INTERCESORA.

LA OBRA INTERCESORA DE CRISTO SIMBOLIZADA
Aunque la obra sacrificadora de Cristo fue simbolizada al principio mediante las funciones sacerdotales en el altar de bronce y en los sacrificios traídos a él, su obra intercesora se prefiguró mediante la quema diaria de incienso en el altar de oro, en el Lugar Santo. La nube siempre ascendente de incienso no era nada más un símbolo de los que oraban en Israel, sino también un tipo de la oración sumo sacerdotal de nuestro gran Sumo Sacerdote.
Esta acción simbólica de quemar incienso no estaba disociada de la entrega de sacrificios sobre el altar de bronce, sino estrechamente relacionada con ella. Se refería a la aplicación de la sangre de las más importantes ofrendas por el pecado, la cual se aplicaba a los cuerno s del altar de oro, llamado también altar del incienso, se rociaba hacia el velo, y en el gran Día de la Expiación se traía hasta el interior del Lugar Santísimo y se rociaba sobre el propiciatorio.
Esta manipulación de la sangre simbolizaba la presentación del sacrificio a Dios que mora entre los querubines. El Lugar Santísimo, claramente, era un símbolo y tipo de la ciudad cúbica, la celestial Jerusalén. Hay todavía otra relación entre la obra sacrificadora del altar de bronce y la intercesión simbólica del altar de oro.
El hecho de que el incienso tuviera que ser quemado, únicamente, sobre brasas ardientes tomadas del altar de los holocaustos, era una indicación del hecho de que la intercesión estaba fundada sobre el sacrificio y en ningún otro modo podría haber sido efectiva. Esto indica con claridad que la obra intercesora de Cristo en el cielo se funda sobre su obra sacrificadora perfectamente ejecutada, y sólo sobre esta base es aceptable.
INDICACIONES NOVO TESTAMENTARIAS DE LA OBRA INTERCESORA DE CRISTO
El término paracletos se aplica a Cristo. La palabra se encuentra nada más en Juan 14: 16, 26; 15: 26; 16: 7; I Juan 2: 1. Se traduce "Consolador" en dondequiera que se le encuentre en el Evangelio de Juan, pero también "Abogado" en el único pasaje en que se trata de Él en la primera epístola de Juan. La forma es pasiva, y puede, por tanto, dice Westcott, "significar adecuadamente nada más 'un invitado al lado del otro', y eso con la noción secundaria de aconsejar o ayudar".
Westcott señala que la palabra tiene ese significado en el griego clásico, en Filo y también en los escritos de los rabinos. No obstante, muchos de los Padres Griegos dieron a la palabra un sentido activo, traduciéndola "Consolador", y de esta manera dieron indebida prominencia a lo que no es sino una aplicación secundaria del término, aunque sintieron que este significado no se acomodaba con el de I Juan 2: 1.
Así pues, la palabra denota a uno que fue invitado para que ayude, un abogado, uno que aboga la causa de otro y que también le da consejo sabio. Natural mente, la obra de semejante abogado traerá consuelo, y por tanto, también puede en sentido secundario llamarse Consolador. Cristo explícitamente se llama nuestro Abogado, nada más en I Juan 2:1, pero por implicación también en Juan 14: 16.
La promesa, "y yo rogaré al Padre, y El os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre", implica con claridad que Cristo también fue un paracleto. El evangelio de Juan aplica regularmente el término al Espíritu Santo. Su trabajo es en parte idéntico y en parte diferente. Cuando Cristo estuvo en la tierra, él fue el Abogado de los discípulos, abogando su causa en contra del mundo, y sirviéndoles con sabios consejos, y ahora el Espíritu Santo va a continuar ese trabajo en la iglesia.
Hasta aquí el trabajo es idéntico, pero también es diferente. Cristo como nuestro Abogado, aboga la causa del creyente cerca del Padre, en contra de Satanás, el acusador (Zac. 3 : 1; Heb. 7: 25; I Juan 2: 1 ; Apoc. 12 : 10), en tanto que el Espíritu Santo no sólo aboga la causa de los creyentes en contra del mundo ( Juan 16: 8), sino que también aboga la causa de Cristo al lado de los creyentes y les sirve con sabios consejos ( Juan 14:26; 15 : 26 ; 16: 14).
Brevemente, podemos decir que Cristo aboga nuestra causa con Dios, en tanto que el Espíritu Santo aboga la causa de Dios con nosotros. Otros pasajes del Nuevo Testamento que hablan de la obra intercesora de Cristo se encuentran en Rom. 8: 24; Heb. 7: 25; 9: 24.
LA NATURALEZA DE LA OBRA INTERCESORA DE CRISTO
Es evidente que esta obra de Cristo no debe disociarse de su sacrificio expiatorio, en el cual halla la base necesaria. No es sino la continuación de la obra sacerdotal de Cristo, llevada hasta su perfección. Comparada con la obra sacrificadora, su ministerio de intercesión sólo recibe poca atención. Hasta en círculos evangélicos se da, frecuentemente, la impresión, quizá sin entenderlo, de que la obra del Salvador cumplida en la tierra fue mucho más importante que los servicios que El presta ahora en el cielo.
Parece que se entiende poco que en el Antiguo Testamento la ministración diaria en el templo culminaba con la quema del incienso, la cual simbolizaba el ministerio de intercesión; y que el rito anual del gran Día de la Expiación alcanzaba su punto más alto cuando el Sumo Sacerdote pasaba del velo adentro con la sangre de la reconciliación.
Tampoco puede decirse que se haya entendido suficientemente el ministerio de la intercesión. Los cristianos no remachan la atención en ello, y puede ser que esto sea la causa y también el resultado del extendido fracaso para entenderlo. La idea prevaleciente es que la intercesión de Cristo consiste exclusivamente en la oración que ofrece por su pueblo. Ahora bien, no puede negarse que estas oraciones constituyen parte importante de la obra intercesora de Cristo, pero que no son el total de ella.
El punto fundamental que hay que recordar es que el ministerio de la intercesión no debe disociarse de la expiación, puesto que son dos aspectos de la misma obra redentora de Cristo, y de los dos debe decirse que se funden en uno. Martin encuentra que los dos aparecen constantemente en yuxtaposición y se relacionan tan estrechamente en la Escritura, que se siente justificado al hacer la siguiente afirmación: "La esencia de la intercesión es la reconciliación y la reconciliación es esencialmente .una intercesión. O, quizá, para poner la paradoja en forma blanda:
La expiación es verdadera, verdadero sacrificio y ofrenda, y no una mera fortaleza pasiva, porque en su naturaleza íntima es una inter-cesión activa e infalible; en tanto que, al contrario, la intercesión es verdadera intercesión, intercesión judicial, representativa y sacerdotal, y no un mero ejercicio de influencia, porque esencialmente es una expiación u ofrenda substitucionaria, perfeccionada de una vez por todas en el Calvario y ahora perpetuamente presentada y gozando la experiencia de perpetua aceptación en el cielo".206 Analizándola, encontramos los elementos siguientes en la intercesión de Cristo:
1. Precisamente, como el Sumo Sacerdote en el gran Día de la Expiación entraba al Lugar Santísimo con un sacrificio completo para presentarlo a Dios, así entró Cristo en el Lugar Santo celestial con su sacrificio completo, perfecto, y todo suficiente y lo ofrendó al Padre. Y exactamente así como el Sumo Sacerdote al entrar al Lugar Santo llegaba a la presencia de Dios, llevando simbólicamente las tribus de Israel sobre su pecho, así Cristo se presentó delante de Dios como el representante de su pueblo y reinstaló de este modo a la humanidad en la presencia de Dios.
A este hecho se refiere el escritor de Hebreos cuando dice: "Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios", Heb. 9: 24. Los teólogos Reformados con frecuencia dirigen la atención a que la presencia perpetua del sacrificio completo de Cristo delante de Dios contiene en sí misma un elemento de intercesión como recordador constante de la perfecta reconciliación efectuada por Cristo Jesús. Es algo parecido a la sangre de la pascua, de la cual dijo el Señor: "Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros", Ex 12: 13.
2. Hay también un elemento judicial en la intercesión, precisamente como lo hay en la expiación. Mediante ésta Cristo satisfizo todas las demandas justas de la ley, de tal manera que ningún cargo legal puede presentarse en justicia en contra de aquellos por quienes El ha pagado el precio. No obstante, Satanás el acusador, está siempre ocupado en traer acusaciones en contra de los elegidos; pero Cristo las afronta todas, señalando a su obra completa.
El es el paráclito, el Abogado de su pueblo que responde a todos los cargos que se presentan contra ellos. Se nos recuerda esto no solamente por el nombre "Paráklito", sino también por las palabras de Pablo en Rom. 8: 33, 34: "¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó de los muertos, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros". Aquí está presente con toda claridad el elemento judicial. Compárese también Zac. 3: 1, 2.
3. No solamente tiene que ver la obra intercesora de Cristo con nuestro estado judicial; sino que también se relaciona con nuestra condición moral, nuestra gradual santificación. Cuando nos dirigimos al Padre en el nombre de Cristo, El santifica nuestras oraciones. Ellas lo necesitan porque frecuentemente son demasiado imperfectas, triviales, superficiales y hasta insinceras, aunque se dirigen ante uno que es perfecto en santidad y majestad.
Y además de convertir nuestras oraciones en aceptables también santifica nuestros servicios en el Reino de Dios. Esto es necesario, porque con frecuencia tenemos conocimiento cabal del hecho de que no brotan de los motivos más puros; y que aun cuando brotaran de ellos, están todavía demasiado lejos de aquella perfección que las convertiría por sí misma en aceptables para un Dios santo. La plaga del pecado se encuentra sobre todas ellas.
Por eso dice Pedro : "Acercándoos a Él, piedra viva, desechada, ciertamente, por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo". El ministerio de intercesión de Cristo es también un ministerio de cuidado amante para su pueblo.
Los ayuda en sus dificultades, en sus pruebas y en sus tentaciones. "Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo, según nuestra semejanza, pero sin pecado: pues en cuanto El mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados", Heb. 4: 15; Heb. 2: 18.
4. Y en la intercesión y a través de toda ella, hay, finalmente, también el elemento de oración en favor del pueblo de Dios. Si la intercesión es inseparable de la obra expiatoria de Cristo se sigue que la oración de intercesión debe estar relacionada con las cosas que pertenecen a Dios (Heb. 5: 1), para completar la obra de redención. Que este elemento está incluido, es evidente del todo según se deduce de la oración intercesora en Juan 17, en donde Cristo dice explícitamente que El ora por los apóstoles y por aquellos que por medio de la palabra de ellos creerán en El.
Es un pensamiento consolador que Cristo esté orando por nosotros aun cuando seamos negligentes en nuestra vida de oración; que El esté presentando al Padre aquellas necesidades espirituales que no estaban presentes en nuestras mentes y que a menudo nos descuidamos de incluirlas en nuestras oraciones; y que El ora para que seamos protegidos en contra de los peligros de los que no tenemos todavía conocimiento, y en contra de los enemigos que nos amenazan, aunque no lo sepamos. Está orando para que nuestra fe no se agote, y para que salgamos victoriosos en el final.

LAS PERSONAS Y LAS COSAS POR LAS QUE INTERCEDE

LAS PERSONAS POR QUIENES INTERCEDE
La obra intercesora es como ya se dijo, nada más el cumplimiento de su obra redentora y sacerdotal, y por lo tanto es igual a aquella en extensión. Cristo intercede por todos aquellos por quienes ha hecho expiación, y por ellos únicamente. Esto debe inferirse del carácter limitado de la expiación, y también de pasajes como Rom. 8: 34; Heb. 7: 25; 9: 24, en cada uno de los cuales la palabra "nosotros" se refiere a los creyentes.
Además, en la oración pontifical que se consigna en Juan 17, Jesús nos dice que ora por sus inmediatos discípulos y "por los que también han de creer en mí por la palabra de ellos", Juan 17: 9, 20. En el versículo 9 hace una afirmación muy explícita respecto a la limitación de su oración pontifical: "Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que tú me diste". Y del contenido del versículo 20 aprendemos que no sólo intercede por los actuales creyentes, sino por todos los elegidos sean de los que ya creen en El o de los que creerán alguna vez en el futuro.
El intercesor piensa en cada uno de aquellos que le fueron dados, Luc. 21: 32; Apoc. 3: 5. Los luteranos distinguen entre una intercesión general de Cristo en favor de todos los hombres, y una intercesión especial en favor de los elegidos sola-mente. Para probarlo apelan a Luc. 23: 34, en donde está la oración que Cristo hizo por sus enemigos; pero esa oración no debe por necesidad considerarse como parte de la obra oficial intercesora de Cristo.
Dabney cree que sí era intercesora, y que los objetos de esta oración fueron convertidos posteriormente. Pero también es posible que ésta haya sido nada más una oración en la que Cristo enseñó a todos sus seguidores a orar por sus enemigos, una oración para defenderlos de un inmediato y terrible castigo por el enorme crimen cometido. Compárese Mat. 5: 44.
LAS COSAS POR LAS QUE CRISTO INTERCEDE
Cristo tiene muchas cosas que pedir en su oración intercesora. Podemos dar solamente una breve indicación de algunas de las cosas por las que ora. Intercede por los elegidos que no han llegado todavía a Él, para que sean traídos a un estado de gracia ; que aquellos que ya vinieron a El reciban el perdón de sus pecados diarios, es decir, que experimenten la continua aplicación a ellos de los frutos de justificación; que los creyentes sean resguardados de las acusaciones y las tentaciones de Satanás ; que los santos sean santificados progresivamente, Juan 17: 17; que sus relaciones con el cielo se conserven al corriente, Heb. 4: 14, 16; 10 : 21, 22; que los servicios del pueblo de Dios sean aceptados, I Ped. 2: 5; y que, por último, puedan entrar a poseer su herencia perfecta en el cielo, Juan 17: 24.
LAS CARACTERÍSTICAS DE SU INTERCESIÓN
Hay tres características, especialmente, de la obra intercesora de Cristo, a las que debe dirigirse la atención
1. La Constancia De Su Intercesión. Necesitamos no Sólo un Salvador que haya completado una obra objetiva para nosotros en el pasado, sino también uno que diariamente esté ocupado en asegurar para los suyos la aplicación subjetiva de los frutos del sacrificio cumplido. Decenas de millares de personas demandan su atención a cada, momento y un instante de interrupción sería fatal para sus intereses. Por lo mismo, El siempre está alerta. Está despierto a todos sus deseos sin que se le escape ninguna de sus oraciones.
2. El Carácter Autoritativo De Su Intercesión. No es completamente correcto representarlo como suplicante ante el trono de Dios implorando los favores del Padre para su pueblo. Su oración no es la petición de la criatura al Creador, sino el ruego del Hijo al Padre. "El conocimiento cabal de su dignidad igual, de su potencia y prevalente intercesión se conoce en esto, en que siempre que pide, o declara que pedirá alguna cosa del Padre, lo declara siempre con las palabras eroto, eroteso, una petición, es decir, sobre términos iguales ( Juan 14: 16; 16 : 26 ; 17 : 9, 15, 20), nunca aiteo o aiteso".
Cristo permanece delante del Padre como un intercesor autorizado, y como uno que puede presentar demandas legales. Puede decir: "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy ellos estén también conmigo", Juan 17: 24.

3. La Eficacia De Su Intercesión. La oración intercesora de Cristo nunca falla. En la tumba de Lázaro el Señor expresó la seguridad de que el Padre siempre le oía, Juan 11: 42. Sus oraciones intercesoras por su pueblo están basadas en su obra expiatoria; El ha merecido todo lo que pide y en ello descansa la seguridad de que sus oraciones son efectivas. Ellas alcanzarán todo lo que El desea. El pueblo de Dios puede derivar consuelo del hecho de que tienen cerca del Padre un intercesor tan poderoso que siempre triunfa.