EL ESTADO DE EXALTACIÓN

OBJECIONES GENERALES EN CUANTO AL ESTADO DE EXALTACIÓN.

EL SUJETO Y LA NATURALEZA DE LA EXALTACIÓN.

Como ya indicamos en lo precedente, hay una diferencia de opinión entre la teología luterana y la Reformada en cuanto al sujeto de los estados de Cristo. Los primeros niegan que sea el Logos, y afirman que la naturaleza humana de Cristo es el sujeto de los estados de humillación y exaltación. Por lo mismo excluyen la encarnación del estado de humillación de Cristo, y sostienen que este estado consiste en esto, "que Cristo por un tiempo renunció (verdadera, efectiva, pero libremente) al ejercicio plenario de la majestad divina que su naturaleza humana había adquirido en la unión personal, y, como un mero mortal, soportó todo lo que queda muy por abajo de la majestad divina (sufriendo y muriendo, bajo el impulso del amor que tuvo a este mundo).
Sostienen que el estado de exaltación se hizo manifiesto, primero que a todos, a los que habitan el más bajo mundo cuando Cristo bajó al hades, y posteriormente, a este mundo en la resurrección y ascensión, alcanzando su plenitud al sentarse a la diestra de Dios. La exaltación, pues, consiste en que la naturaleza humana emprendió el ejercicio plenario de los atributos divinos que le fueron comunicados en la encarnación; pero que fueron usados sólo en ocasiones, o en secreto.
La teología Reformada, por otra parte, reconoce la persona del Mediador, es decir, del Dios hombre, como el sujeto de la exaltación, pero acentúa el hecho de que fue, por consiguiente, la naturaleza humana en la que tuvo lugar la exaltación. La naturaleza divina no es capaz de humillación o exaltación.
1. En la exaltación el Dios-hombre, Jesucristo, se libró de la ley en cuanto a sus aspectos representativo y penal, y por consiguiente, se libró del peso de la ley como la condición del pacto de obras, y se libró de la maldición de la ley;
2. Cambió la relación penal con la ley, por la relación de justicia, y como Mediador entró en posesión de las bendiciones de salvación que El se ganó para los pecadores
3. Fue coronado con el correspondiente honor y gloria. Se manifiesta también que, en su condición (la de exaltación) fue quitada de El la maldición del pecado. Su exaltación fue también su glorificación.

LA EXALTACIÓN DE CRISTO ES A LA VEZ BÍBLICA Y RAZONABLE

Hay abundantes pruebas bíblicas de la exaltación de Cristo. La historia del evangelio nos deja ver con claridad que la humillación de Cristo fue seguida por su exaltación. El pasaje clásico para probar la exaltación se encuentra en Fil 2: 9-11; "Por lo cual Dios también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre".
Pero en adición a este hay otros varios pasajes, por ejemplo Mar. 16: 19; Luc. 24: 26; Juan 7: 39; Hech. 2: 33; 5: 31; Rom. 8 : 17, 34; Ef. 1: 20; 4: 10; I Tim. 3: 16; Heb. 1: 3; 2: 9; 10: 12. Hay una relación estrecha entre los dos estados. El estado de exaltación debe considerarse como el resultado judicial del estado de humillación. En su capacidad de Mediador Cristo cumplió las demandas de la ley en sus aspectos representativo y penal, su justificación, y el acto de entrar en posesión de la recompensa.
Puesto que El era una persona pública y había cumplido su obra públicamente, la justicia requería que la exaltación fuera también asunto público. La exaltación de Cristo tuvo un triple significado. Cada una de las etapas fue una declaración práctica de Dios en cuanto a que Cristo había cumplido las demandas de la ley y estaba capacitado, por lo mismo, para obtener su recompensa. Las dos primeras etapas también tienen significado ejemplar, puesto que simbolizaban lo que tendrá lugar en la vida de los creyentes. Y, finalmente, todas las cuatro etapas estuvieron destinadas para ser útiles en la glorificación perfecta de los creyentes.

EL ESTADO DE EXALTACIÓN EN LA MODERNA TEOLOGÍA ANCHA

La moderna teología ancha, de consiguiente, no reconoce ningún estado de exaltación en la vida de Cristo. No sólo ha desechado del todo la idea legal de los estados de Cristo, sino que también ha desterrado todo lo sobrenatural en la vida del Salvador. Rauschenbusch cierra su Theology for the Social Gospel con una discusión sobre la muerte de Cristo.
Macintosh dice que "las dificultades en el camino de la aceptación de la noción ordinaria tradicional de la `resurrección' de Jesús como una reanimación del cuerpo muerto, su transformación milagrosa y su ascensión final al 'cielo' son prácticamente insuperables para el hábito científico de pensamiento. Una abrumadora responsabilidad de prueba agobia todavía a quienes sostienen que (el cuerpo de Cristo) no sufrió desintegración, a la manera de los cuerpos de todos nosotros que han muerto". Beckwith admite que la Biblia, y particularmente Pablo habla de la exaltación de Cristo, pero dice:
"Si trasladamos la noción apostólica de la exaltación a su equivalente moderno, encontraremos que Pablo dice que Cristo es superior a todas las fuerzas del universo y a todos los órdenes conocidos de seres racionales aun a los más altos, con excepción única del Padre. Y George Burman Foster declara francamente: "Según la ortodoxia el Hijo de Dios renunció a su gloria divina y luego volvió a asumirla; se despojó de ciertas cualidades divinas y luego las recuperó de nuevo, lo que quiere decir la ortodoxia es algo, básicamente bueno, es decir, que el Dios grande y misericordioso nos sirve y no se considera demasiado bondadoso para hacerse nuestro alimento humano diario. Quizá la forma de la doctrina ortodoxa era necesaria cuando la doctrina fue seleccionada, pero ese ser terrible, el hombre moderno, nada tiene que hacer con ella".

LAS ETAPAS DEL ESTADO DE EXALTACIÓN.

La teología Reformada distingue cuatro etapas en la exaltación de Cristo.
LA RESURRECCIÓN
1. La naturaleza de la resurrección. La resurrección de Cristo no consistió en el mero hecho de que volviera a vivir, y de que el cuerpo y el alma se reunieran. Si esto fuera todo lo que envuelve, no podría ser llamado "primicias de los que durmieron", I Cor. 15: 20, ni "primogénito de entre los muertos", Col. 1: 18; Apoc. 1: 5, puesto que otros fueron restaurados a la vida antes de Él.
Consistió, más bien, en que su naturaleza humana, a la vez cuerpo y alma, fue restaurada a su prístina fuerza y perfección y levantado a nivel aun más alto, en tanto que el cuerpo y el alma fueron reunidos en un organismo viviente. Partiendo de la analogía del cambio que, según la Escritura, tiene lugar en el cuerpo de los creyentes en la resurrección general, podemos imaginar algo como la transformación que debe haber ocurrido en Cristo.
Pablo nos dice en I Cor. 15: 42-44 que el cuerpo futuro de los creyentes será incorruptible, es decir, incapaz de declinar; glorioso, cuyos miembros resplandecerán con fulgor celestial; poderoso, es decir, dotado con energía y, posiblemente, con nuevas facultades; y espiritual, lo que no significa inmaterial o etéreo, sino adaptado al espíritu, un instrumento perfecto del espíritu. Fundándose en la historia del evangelio sabemos que el cuerpo de Jesús pasó por un cambio notable, de tal manera que no era fácilmente reconocido y podía, en forma sorprendente y repentina, aparecer y desaparecer, Luc. 24: 31, 36; Juan 20: 13, 19; 21: 7; pero era, no obstante, un cuerpo material y de veras real, Luc. 24: 39. Esto no está en conflicto con I Cor. 15: 50, porque "carne y sangre" describen a la naturaleza humana en su presente estado material, mortal y corruptible.
Pero el cambio que tiene lugar en los creyentes no es solamente corporal sino también espiritual. De manera semejante, hubo en Cristo no sólo un cambio físico sino también un psíquico. No podemos decir que haya tenido lugar en El un cambio religioso o ético; sino que fue dotado con nuevas cualidades ajustadas, perfectamente, a su ambiente celestial. Por medio de la resurrección se convirtió en el espíritu vivificante, I Cor. 15: 45. La resurrección de Cristo tuvo un triple significado:
A. Constituyó una declaración del Padre de que el último enemigo había sido destruido, la pena pagada y la condición sobre la que se prometió la vida, cumplida.
B. Simbolizó lo que estaba destinado que aconteciera a los miembros del cuerpo místico de Cristo en su justificación, su nacimiento espiritual y su bendita resurrección futura, Rom. 6: 4, 5, 9; 8: 11; I Cor. 6: 14; 15: 20-22; II Cor. 4: 10, 11, 14, Col. 2: 12; I Tes. 4: 14.
C. Está también útilmente relacionado con la justificación, la regeneración y la resurrección final de los creyentes, Rom. 4: 25; 5: 10; Ef. 1: 20; Fil 3: 10; I Ped. 1: 3.
2. El autor de la resurrección. A diferencia de otros que fueron levantados de entre los muertos, Cristo se levantó mediante su propio poder. Habló de sí mismo como la resurrección y la vida, Juan 11: 25, declaró que tenía poder para poner su vida, y para volverla a tomar, Juan 10: 18, y aun predijo que El reedificaría el templo de su cuerpo, Juan 2: 19-21. Pero la resurrección no fue trabajo de Cristo nada más; se atribuye con frecuencia al poder de Dios en general, Hech. 2: 24, 32; 3: 26; 5: 30; I Cor. 6: 14; Ef. 1: 20, o, más particularmente, al Padre, Rom. 6: 4; Gál. 1 : 1; I Ped. 1: 3.
Y si la resurrección de Cristo puede llamarse obra de Dios, entonces se sigue que el Espíritu Santo también obró en ella, porque todas las opera ad extra son obra del Dios triuno. Además, Rom. 8: 11 también implica esto.
3. Objeción a la doctrina de la resurrección. Se hace presión en contra de la doctrina de una resurrección física con una grande objeción, es decir, que después de la muerte el cuerpo se desintegra, y que las varias partículas de las cuales se compone entran en la composición de otros cuerpos, vegetales, animales, y humanos. De aquí que sea imposible restaurar estas partículas a todos los cuerpos de los que en un tiempo formaron parte. Mackintosh pregunta: "¿Qué se hicieron los átomos de carbono, oxígeno, nitrógeno, hidrógeno y otros elementos que compusieron el cuerpo terrenal mortal de Jesús?
Pues bien, admitimos que la resurrección desafía cualquiera explicación. Es un milagro. Pero al mismo tiempo deberíamos recordar que la identidad de un cuerpo resucitado con el cuerpo que descendió a la tumba no requiere que esté compuesto exactamente de las mismas partículas. La composición de nuestros cuerpos cambia sin pérdida de tiempo, y no obstante, estos conservan su identidad. Pablo en I Cor. 15 sostiene la identidad esencial del cuerpo que desciende a la tumba con el que se levanta de ella, pero también declara enfáticamente que la forma cambia.
Lo que el hombre siembra en la tierra pasa por un proceso de muerte, y luego es vivificado; pero en cuanto a la forma, el grano que el hombre pone en la tierra no es el mismo que recoge a su debido tiempo. Dios da a cada semilla su propio cuerpo. Así también en la resurrección de los muertos. Puede ser que haya algún núcleo, algún germen, que constituya la esencia del cuerpo y preserve su identidad. El argumento del Apóstol en I Cor. 15: 35-38 parece implicar alguna cosa de esta clase.
Debe recordarse que la verdadera y fundamental objeción a la resurrección se refiere a su carácter sobrenatural. No es que falta evidencia, sino que el principio fundamental de que los milagros no pueden acontecer, se levanta en el camino de su aceptación. Hasta los eruditos anchos admiten que ningún hecho está mejor atestiguado que la resurrección de Cristo aunque otros, en verdad, la niegan. Pero esto le importa poco al erudito moderno. Dice el Dr. Rashdall: "Si el testimonio de la resurrección fuera cincuenta veces más fuerte de lo que es, cualquiera hipótesis sería más posible que aquella". No obstante, en la actualidad muchos científicos eminentes francamente declaran que no están en posición para decir que no pueden acontecer milagros.
4. Intentos para explicar el hecho de la resurrección. En su negación los antisupernaturalistas siempre se encuentran con la narración de la resurrección que tenemos en los evangelios. La historia de la tumba vacía y de las apariciones de Jesús después de la resurrección les presenta un desafío, y ellos lo aceptan, e intentan explicar esto sin aceptar el hecho de la resurrección. Los intentos siguientes son algunos de los más importantes.
A. La teoría de la impostura. Presume que los discípulos practicaron un deliberado engaño robando el cuerpo de la tumba, y luego declarando que el Señor había resucitado. Los soldados que resguardaban la tumba fueron instruidos para propagar ese cuento, y Celso ya se empeñó en usarlo al tratar de explicar la tumba vacía. De consiguiente, esta teoría impugna la veracidad de los primeros testigos, los apóstoles, las mujeres, los quinientos hermanos y otros.
Pero es extremadamente improbable que los descorazonados discípulos hubieran tenido valor para defraudar con semejante falsedad a un mundo que les era hostil. Es imposible creer que hubieran persistido en sufrir por tan manifiesta impostura. Además, sólo los hechos de la resurrección pueden explicar el indomable valor y poder que revelaron al dar testimonio de la resurrección de Cristo. Estas consideraciones pronto condujeron al abandono de esta idea.
B. La teoría del Síncope. Según esta teoría, Jesús no murió en verdad, sino que nada más se desmayó aunque se pensó que de verdad había muerto. Pero esto, como es natural, provoca varias preguntas que no se pueden fácilmente contestar.
¿Cómo puede explicarse que se hubiera engañado a tanta gente y que el golpe de la lanza no le hubiera quitado la vida a Jesús? ¿Cómo habría podido Jesús en una condición exhausta rodar la piedra del sepulcro y luego caminar de Jerusalén a Emaús y regresar? ¿Cómo fue que los discípulos no lo trataron como a un enfermo, sino que vieron en El al poderoso Príncipe de la Vida? ¿Y qué pasó con Jesús después?
Desterrando la resurrección tiene que desterrarse también, naturalmente, la ascensión. ¿Regresó a algún lugar desconocido y vivió en secreto durante el resto de su vida? La teoría del Síncope está tan cargada de tantas improbabilidades que hasta el mismo Strauss la ridiculizó.
C. La teoría de la alucinación. Esta se ha presentado en dos formas.
I. Algunos hablan de las visiones puramente subjetivas. En su conmovido estado mental los discípulos pensaban tanto en el Salvador y en la posibilidad de su regreso a ellos que por último pensaron que en verdad lo habían visto. La chispa se aplicó mediante el estado nervioso y excitable de María Magdalena y pronto la flama se avivó y se extendió. Esta ha sido la teoría favorita mucho tiempo, pero también está cargada de dificultades. ¿Cómo podrían haberse producido tales visiones siendo que los discípulos no esperaban la resurrección? ¿Cómo podrían habérseles aparecido en medio de sus negocios ordinarios siendo que los discípulos no estaban entregados a la oración o a la meditación,
¿Podrían el rapto o el éxtasis requerido para la creación de visiones subjetivas haber comenzado tan pronto como al tercer día? ¿No habrían visto los discípulos en tales visiones a Jesús ya rodeado con un halo de gloria celestial, o como ya lo habían conocido, y en verdad ansioso de renovar su comunión con ellos? ¿Las visiones subjetivas se han presentado alguna vez a diferentes personas simultáneamente? ¿Cómo podemos explicar las conversaciones tenidas en las visiones?
II. En vista de la extrema fragilidad de esta teoría algunos eruditos presentan una versión diferente de ella. Pretenden que los discípulos vieron verdaderas visiones objetivas, milagrosamente enviadas por Dios, para persuadirlos a continuar en la predicación del evangelio.
Esto, en efecto, evita algunas de las dificultades ya sugeridas, pero se encuentra con otras. Admite lo sobrenatural y si esto es necesario, ¿por qué no conceder la resurrección, la que en verdad explica todos los hechos? Además, esta teoría pide que creamos que estas visiones enviadas divinamente fueron a propósito para engallar a los apóstoles. ¿Trata Dios de ejecutar sus propósitos mediante engaña?
D. Las teorías míticas. Una nueva escuela mítica ha aparecido, la cual desecha o al menos hace caso omiso de las teorías de alucinación y espectros, y procura explicar la leyenda de la resurrección por medio de la ayuda de conceptos importados al judaísmo desde Babilonia y otras tierras orientales.
Esta escuela pretende no sólo que la mitología de las religiones del antiguo Oriente contiene analogías de la historia de la resurrección, sino que la misma resurrección se deriva verdaderamente de los mitos paganos. Esta teoría ha sido estructurada en varias formas, pero en todas ellas se encuentra igualmente sin base. Está caracterizada por gran arbitrariedad al apuntalar una relación de la historia del evangelio con los mitos gentílicos, y no ha tenido éxito en eslabonarlos. Además, revela un extremo desprecio para los hechos tal como se encuentran en la Escritura.
5. Las consecuencias doctrinales de la resurrección. Se presenta la pregunta, ¿Hay alguna diferencia en que creamos en la resurrección física de Cristo o únicamente en una resurrección ideal? Para la moderna teología ancha la resurrección de Jesús, con excepción del sentido de una supervivencia espiritual, no tiene ninguna importancia para la fe cristiana. La creencia en la resurrección corporal no es esencial sino que puede abandonarse sin que se afecte la religión cristiana. Barth y Brunner son de opinión diferente.
Ellos creen en el hecho histórico de la resurrección; pero sostienen que como tal, es asunto únicamente de la historia, con el cual el historiador tiene que ver empleando lo mejor de su capacidad, y no debe considerarse como un asunto de fe. El elemento importante es que en la resurrección el incógnito de Jesús se descorre, y Dios mismo se revela. El historiador no puede describir esto, pero el creyente lo acepta mediante la fe.
La creencia en la resurrección tiene ciertamente sus consecuencias doctrinales. No podemos negar la resurrección física de Cristo sin impugnar la veracidad de los escritores de la Biblia, puesto que ellos, efectivamente, la presentan como un hecho. Esto significa que afecta nuestra creencia en la confiabilidad de la Biblia. Además, la resurrección de Cristo se presenta como de evidente valor. Fue la prueba más importante de que Cristo era un maestro enviado de Dios (la serial de Jonás), y de que El era el verdadero Hijo de Dios, Rom. 1: 4.
Fue también la prueba suprema del hecho de la inmortalidad. Y lo que todavía es más importante, la resurrección entra como elemento constitutivo en la esencia íntima de la obra de redención, y por tanto del evangelio. Es una de las grandes piedras fundamentales de la Iglesia de Dios. Si la obra expiatoria de Cristo había de ser por completo efectiva, tenía que terminar, no en muerte, sino en vida.
Además, fue el sello del Padre sobre la obra completa de Cristo, la declaración pública de su aceptación. En la resurrección Cristo quedó libre de la servidumbre de la ley. Por último, fue su entrada a una vida nueva como resucitada y exaltada Cabeza de la Iglesia, y Señor universal. Este carácter lo capacita para aplicar los frutos de su obra redentora.
LA ASCENSIÓN
1. La ascensión de Cristo no resalta tanto en las páginas de la Biblia como la resurrección. Esto se debe probablemente al hecho de que esta última más bien que aquella fue el verdadero punto crítico de la vida de Jesús. En cierto sentido la ascensión debe considerarse complemento necesario y perfecto de la resurrección.
La transición de Cristo a la más alta vida de gloria comenzó en la resurrección y se perfeccionó en la ascensión. Esto no quiere decir que la ascensión esté desprovista de significado propio. Pero aunque las pruebas bíblicas de la ascensión no son tan abundantes como las de la resurrección, son del todo suficientes. Lucas nos da de ella un doble relato, Luc. 24: 50-53; y Hech. 1: 6-11. Marcos se refiere a ella en 16: 19, pero este pasaje es dudoso. Jesús habló de su ascensión una y otra vez antes de su muerte, Juan 6: 62; 14: 2, 12; 16: 5, 10, 17, 28; 17: 5; 20: 17. Pablo se refiere a ella repetidamente, Ef. 1: 20; 4: 8-10; I Tim. 3: 16; y la Epístola a los Hebreos llama la atención a su importancia, 1: 3; 4: 14; 9: 24.
2. La naturaleza de la ascensión. La ascensión puede describirse como el ascenso visible, de la tierra al cielo, de la persona del Mediador, según su naturaleza humana. Fue una transición local, un ir de aquí hacia allá. De consiguiente, esto implica, que el cielo es un lugar de la misma manera que la tierra lo es. Pero la ascensión de Jesús no fue meramente la transición de un lugar a otro; también incluyó un cambio posterior en la naturaleza humana de Cristo. Esa naturaleza pasó ahora a la plenitud de la gloria celestial y se adaptó en forma perfecta a la vida del cielo.
Algunos eruditos cristianos de reciente fecha consideran que el cielo es una condición, más bien que un lugar, y por tanto no conciben la ascensión unida a la idea de localidad. Pueden admitir que hubo un momentáneo levantamiento de Cristo a la vista de los Once, pero consideran que esto es solamente símbolo del levantamiento de nuestra humanidad al orden espiritual, muy por arriba de nuestra vida presente. No obstante, la idea de localidad está favorecida por las siguientes consideraciones:
A. El cielo está representado en la Biblia como el lugar de habitación de seres creados (ángeles, santos, la naturaleza humana de Cristo). Todos estos, de alguna manera, están relacionados con el espacio; solamente Dios está sobre todas las relaciones espaciales. Por supuesto, las leyes que se aplican en el espacio celestial pueden diferir de las que se aplican en el espacio terrenal.
B. El cielo y la tierra en la Escritura repetidas veces se colocan en yuxtaposición. De esto parecerá deducirse que si el uno es lugar, el otro debe también ser lugar. Sería absurdo poner un lugar y una condición en yuxtaposición, de este modo.
C. La Biblia nos enseña a pensar en el cielo como de un lugar. Varios pasajes dirigen nuestro pensamiento hacia arriba al cielo, y hacia abajo al infierno, Deut. 30: 12; Josué 2: 11; Sal. 139: 8; Rom. 10: 6, 7. Esto no tendría significado alguno si los dos, en algún sentido de la palabra, estuvieran colocados en el mismo lugar.
D. La entrada del Salvador al cielo se describe como un ascenso. Los discípulos ven a Jesús ascendiendo hasta que una nube lo intercepta escondiéndose de la mirada de ellos. El mismo color local está presente en la mente del escritor de Hebreos en 4: 14.
3. La concepción luterana de la ascensión. La concepción luterana de la ascensión difiere de la Reformada. Los luteranos no la consideraron como una transición local sino como un cambio de condición, por medio de la cual la naturaleza humana de Cristo entró al pleno goce y ejercicio de las perfecciones divinas, que le fueron comunicadas en la encarnación, y de esta manera se hizo omnipresente, permanentemente.
En relación con la idea de que Cristo principió su asiento a la diestra de Dios en la ascensión, sostienen que la diestra (mero símbolo de poder) es cualquier lugar. No obstante, los luteranos no piensan todos de igual manera acerca de la ubicuidad de la naturaleza humana de Cristo. Algunos la niegan del todo, y otros creen que, aunque la ascensión diera por resultado la ubicuidad de Cristo, también encerraba un movimiento local, por medio del cual Cristo quitó su presencia visible de sobre la tierra.
4. La importancia doctrinal de la ascensión. Barth dice que se puede preguntar con razón por qué la ascensión debe tener un lugar entre los artículos principales de la fe cristiana siendo que se menciona con menos frecuencia y con menor énfasis que la resurrección, y dondequiera que se menciona se descubre sólo como una transición natural de la resurrección hacia el asiento a la diestra de Dios. En esta transición precisamente encuentra Barth la importancia verdadera de la ascensión.
Por esta razón no se preocupa de acentuar la ascensión como una exaltación visible, "una elevación vertical en el espacio" ante los ojos de los discípulos, puesto que ese no es evidentemente el camino hacia el asiento de la mano derecha de Dios, que no es un lugar. Precisamente así como los hechos históricos del nacimiento virginal y de la resurrección son considerados por él como meros signos de una revelación de Cristo, así también considera la ascensión como una serial y maravilla que sirve únicamente como "índice de la revelación ocurrida en la resurrección de Jesucristo que recibe todo poder en el cielo y en la tierra".
Debe decirse que la ascensión tiene una triple importancia.
1. Claramente incorpora la declaración de que el sacrificio de Cristo fue un sacrificio hecho a Dios y que, como tal, tenía que ser presentado a Él en el santuario más íntimo; que el Padre consideró la obra mediatora de Cristo como suficiente y que, por tanto, lo admitió en la gloria celestial; que el reino del Mediador no fue un reino para los judíos, sino un reino universal.
2. Fue también modelo en cuanto a que fue profético de la ascensión de todos los creyentes que ya están sentados con Cristo en lugares celestiales, Ef. 2: 6, y están destinados a permanecer con Él para siempre, Juan 17: 24; y también en que la ascensión revela la restauración inicial del reinado original del hombre, Heb. 2: 7, 9.
3. Por último, fue también útil para preparar un lugar para aquellos que están en Cristo. El Señor mismo señala la necesidad de ir al Padre, con el fin de preparar un lugar para sus discípulos, Juan 14: 2, 3.
EL ESTAR SENTADO A LA DIESTRA DE DIOS
1. Prueba escritural del estar sentado. Cuando Cristo se presentó delante del sumo sacerdote predijo que se sentaría a la diestra del poder, Mat. 26: 64. Pedro menciona esto en sus sermones, Hech. 2: 33-36; 5: 31. En estos dos pasajes el dativo teidexiai tiene que tomarse en el sentido más usual aunque en el primero de los dos la cita del versículo 34 favorece la interpretación local. También se hace referencia a esto en Ef. 1: 20-22; Heb. 10: 12; I Ped. 3: 22 Apoc. 3: 21; 22: 1. Además de estos pasajes hay otros que hablan del gobierno de Cristo como Rey, Rom. 14: 9; I Cor. 15: 24- 28; Heb. 2: 7, 8.
2. La importancia de "el estar sentado". Naturalmente, la expresión "a la diestra de Dios" es antropomórfica y no debe tomarse al pie de la letra. La expresión, tal como se usa en esta conexión, se deriva de Sal. 110: 1, "Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies". Estar sentado a la diestra del rey podría ser únicamente una señal de honor, I Reyes 2: 19; pero podría también designar participación en el gobierno, y en consecuencia, en el honor y la gloria. En el caso de Cristo fue, indudablemente, indicación del hecho de que el Mediador recibió el dominio para gobernar sobre la iglesia y sobre el universo, siendo hecho participante de la gloria correspondiente.
Esto no significa que Cristo no hubiera sido Rey de Sión antes de este tiempo, sino que ahora inauguró su reino de manera pública como Dios-hombre y como tal recibió el encargo de gobernar la Iglesia, el cielo y la tierra, y comienza solemnemente esta administración actual del poder concedido a Él, Esto en perfecta conformidad con lo que dice Calvino, es decir, que la afirmación de que Cristo se sentó a la diestra de Dios equivale a decir "que fue instalado en el gobierno de los cielos y de la tierra, y admitido formalmente a la posesión de la administración encargada a Él, y no sólo admitido en forma provisional sino para continuar en ella hasta que regrese para hacer juicio".
Es del todo claro que sería un error inferir del hecho de que la Biblia habla de Cristo "sentado" a la diestra de Dios, que la vida a la cual el Salvador resucitado ascendió sea una vida de descanso. Es y sigue siendo una vida de incesante actividad. Las afirmaciones de la Biblia varían. Cristo no sólo se presenta como sentado a la diestra de Dios, sino también, simplemente, como que está a la diestra de Dios, Rom. 8: 34; I Ped. 3: 22, o que permanece allí, Hech. 7: 56; y aun como paseando en medio de las siete lámparas de oro. Sería, en igual forma, erróneo llegar a la conclusión de que, del énfasis puesto sobre la dignidad real y el gobierno de Cristo, sugeridos, como es natural, por la idea de que está sentado a la diestra de Dios, tengamos que deducir que la obra en la que se empeña durante aquel celestial estar sentado, sea exclusivamente de gobierno, y por tanto, ni profético ni sacerdotal.
3. La obra de Cristo durante su estar sentado. Merece que insistamos en que Cristo, aunque está sentado a la diestra de Dios, no es nada más un recipiente pasivo del dominio, poder, majestad y gloria divinos, sino que está activamente empeñado en la continuación de su obra medianera.
A. Puesto que la Biblia relaciona con mucha frecuencia "el estar sentado" con el gobierno real de Cristo, es natural pensar, primero que todo, en su obra como Rey. Gobierna y protege a su iglesia por medio de su Espíritu Santo, y también la gobierna por medio de sus oficiales designados. Tiene todas las fuerzas del 'cielo bajo su mandato: Los ángeles son sus mensajeros, siempre listos para traer sus bendiciones a los santos y para defenderlos de los peligros que los rodean. Ejerce su autoridad sobre las fuerzas de la naturaleza, y sobre todos los poderes que son hostiles al Reino de Dios, y continuará reinando de esta manera hasta que haya sujetado al último enemigo.
B. No obstante, su obra no se limita a su gobierno real. El es sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec. Cuando clamó en la cruz, "Consumado es" no quiso decir que su oficio sacerdotal había terminado, sino, nada más que sus padecimientos activos habían llegado a su terminación. La Biblia también conecta la obra sacerdotal de Cristo con su "estar sentado'' a la diestra de Dios, Zac. 6: 13; Heb. 4: 14; 7: 24, 25; 8: 1-6; 9: 11-15, 24-26; 10: 19, 22; I Juan 2: 2. Cristo está presentando continuamente su sacrificio perfecto al Padre como la base suficiente para la concesión de la gracia perdonadora de Dios. Está sin cesar, aplicando su obra sacrificial y haciéndola efectiva para la justificación y santificación de los pecadores.
Además, está haciendo continua intercesión por aquellos que son suyos, abogando por su aceptación sobre la base de su sacrificio perfecto, y porque sean guardados del mundo, y haciendo que sus oraciones y servicios sean aceptables a Dios. Los luteranos insisten en el hecho de que la intercesión de Cristo es vocalis et realis, en tanto que los Reformados acentúan el hecho de que consiste, fundamentalmente, en la presencia de Cristo en su naturaleza humana con el Padre, y de que las oraciones tienen que ser consideradas como la presentación de legítimos derechos más bien que como súplicas.
EL RETORNO FÍSICO DE CRISTO
1. El regreso considerado como una etapa de la exaltación. El regreso de Cristo, a veces, se omite de entre las etapas de su exaltación, como si el estar sentado a la diestra de Dios fuera el punto culminante. Pero eso no es correcto. El punto más elevado no se alcanza sino hasta que Aquel que sufrió a manos de hombres, regresa con el carácter de Juez. El mismo indicó esto como una prerrogativa mediatora especial, Juan 5: 22, 27, y así también lo hicieron los apóstoles, Hech. 10: 42; 17: 31. Además de los pasajes que hablan de la designación de Cristo como juez hay varios que se refieren a su actividad judicial, Mat. 19: 28; 25: 31-34; Luc. 3: 17; Rom. 2: 16; 14: 9; II Cor. 5: 10; II Tim. 4: 1; Sant. 5: 9.
2. Términos bíblicos referentes al retorno. Varios términos se usan para designar la futura venida de Jesucristo. El término "parusía", es el más común de estos. Significa en primer lugar, nada más "presencia", pero también sirve para designar una venida precedente a la presencia. Esto último es el significado común del término cuando se usa en relación con el regreso de Jesucristo, Mat. 24: 3, 27, 37, 39; I Cor. 15: 23; I Tes. 2: 19; 3: 13; 4: 15; 5: 23; II Tes. 2: 1; Sant. 5: 7, 8; II Ped. 3: 4. El segundo término es "apocálupsis", el cual acentúa el hecho de que el regreso será una revelación de Jesucristo.
Indica el descubrimiento de aquello que estaba previamente escondido de la mirada, en este caso quedarán al descubierto la gloria y majestad escondidas de Jesucristo, II Tes. 1: 7; I Ped. 1: 7, 13; 4: 13. El tercer término "epipháneia", la gloriosa aparición del Señor. La implicación es que lo que se va a descubrir es algo glorioso, II Tes, 2: 8; I Tim. 6: 14; II Tim. 4: 1-8; Tito 2: 13.
3. La 'manera del regreso de Cristo. Algunos colocan el regreso de Cristo en el pasado, pretendiendo que la promesa de su regreso se cumplió cuando volvió en el Espíritu Santo. Se refieren a la promesa en Juan 14-16, e interpretan la palabra "parusía" como que simplemente significa "presencia"  Pues bien, debe decirse que, en un sentido, Cristo volvió en el Espíritu Santo, y como tal está presente ahora en la Iglesia.
Pero este fue un regreso espiritual, en tanto que la Biblia nos enseña a esperar un retorno físico y visible de Cristo, Hech. 1: 11. Aun pasado ya Pentecostés se nos enseña a esperar la venida de Cristo, I Cor. 1: 7; 4: 5; 11: 26; Fil. 3 : 20; Col. 3 : 4; I Tes. 4 : 15-17; II Tes. 1: 7-10; Tito 2: 13 ; Apoc. 1: 7.
4. El propósito de su regreso. La segunda venida de Jesucristo será con el propósito de juzgar al mundo y de perfeccionar la salvación de su pueblo. Los hombres y los ángeles, los vivos y los muertos se presentarán delante de Él para ser juzgados según los registros que se guardan de ellos, Mat. 24: 30, 31; 25: 31, 32. Será una venida con juicios terribles sobre los malvados. Pero también con bendiciones de gloria eterna para los santos, Mat. 25: 33-46. Aunque sentenciará a los malvados a castigo eterno, en cambio justificará públicamente a los suyos y los conducirá al goce eterno de su reino celestial. Esto indicará la victoria completa de Jesucristo.
5. Objeción a la doctrina del regreso. La gran objeción a la doctrina del regreso de Jesucristo está ligada íntimamente con la objeción a la doctrina de la resurrección física de Cristo. Si no puede haber resurrección física y ascensión, tampoco puede haber retorno físico desde el cielo. Ambos son igualmente imposibles, y las enseñanzas bíblicas respecto a los dos, meras representaciones crudas de una edad desprovista de conocimientos científicos.
Evidentemente, Jesús participó de los conceptos carnales de su época, y esto dio color a sus bosquejos proféticos del futuro. El único retorno del que se puede hablar y que debemos esperar es un retorno con poder, en el establecimiento de un reino moral sobre la tierra.
PREGUNTAS PARA AMPLIAR EL ESTUDIO
1. ¿Qué pruebas históricas tenemos de la resurrección de Cristo?
2. ¿Prueba I Cor. 15: 8 que las apariciones fueron visiones subjetivas?
3. ¿Qué mitos se supone que entraron en la formación de la historia de la resurrección?
4. ¿Qué luz arrojan los pasajes siguientes sobre la condición que Jesús tuvo después de la resurrección? I Cor. 6: 17; II Cor. 3: 17, 18; I Tim. 3: 16; Rom. 1: 3, 4; Heb. 9: 14; I Pedro 3: 18.
5. ¿Cuál es la diferencia entre un soma psychicon, un soma pneumatikon, y un somates, sarkos?
6. ¿Son "espíritu" y "espiritual" antitéticos a "cuerpo" y "corporal" en el Nuevo Testamento?
7. ¿Hace verdaderamente imposible la ciencia que pensemos en el cielo como en un lugar?
8. ¿Es verdad que en la Escritura las palabras "cielo" y "celestial" indican un estado más bien que un lugar?
9. ¿Piensa la teología moderna en el cielo únicamente como una condición a la que se entra; después de la muerte?
10. ¿Esa posición encuentra apoyo, verdaderamente, en pasajes como Ef. 2: 6?
11. ¿Contiene el Antiguo Testamento algunas referencias a la ascensión y al estar sentado a la diestra de Dios?
12. ¿Qué objeciones serias hay a la doctrina de la ubicuidad de la naturaleza humana de Cristo?

13. ¿Nos enseña la Biblia que consideremos el regreso de Cristo como inminente?